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  • En cambio la sabiduría que viene de arriba es, ante todo, recta y pacífica, capaz de comprender a los demás y de aceptarlos; está llena de indulgencia y produce buenas obras, (Carta de Santiago 3, 17)

  • El salario de los trabajadores que cosecharon sus campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. (Carta de Santiago 5, 4)

  • sepan que el que aparta a un pecador de su mal camino, salva un alma de la muerte y hace olvidar muchos pecados. (Carta de Santiago 5, 20)

  • Pues toda carne es como hierba y su gloria como flor del campo. La hierba se seca y la flor se cae, (1º Carta de Pedro 1, 24)

  • Ustedes, pues, que creen, recibirán honor. En cambio, para aquellos que no creen, él es la piedra rechazada por los constructores, que se ha convertido en la piedra angular; (1º Carta de Pedro 2, 7)

  • Porque, ¿qué mérito habría en soportar el castigo cuando se ha faltado? En cambio, si pueden soportar que los traten mal cuando han actuado bien, eso es grande ante Dios. (1º Carta de Pedro 2, 20)

  • En cambio, quien no tiene todo esto es ciego y corto de vista, y se ha olvidado de que fue purificado de sus pecados pasados. (2º Carta de Pedro 1, 9)

  • Muchos imitarán sus vicios, y por su culpa será desprestigiado el camino de la verdad. (2º Carta de Pedro 2, 2)

  • Pero en cambio salvó a Lot, hombre recto que se sentía profundamente afligido por la conducta desenfrenada de aquella gente viciosa. (2º Carta de Pedro 2, 7)

  • Abandonaron el camino recto y tomaron el camino de Balaán, hijo de Bosor, al que le gustaba ganar dinero haciendo el mal. (2º Carta de Pedro 2, 15)

  • Más les valdría no haber conocido los caminos de la santidad, que después de haberlos conocido, apartarse de la santa doctrina que les fue enseñada. (2º Carta de Pedro 2, 21)

  • En cambio esa gente insulta y desprecia todo lo que no pueden entender, y lo que conocen por instinto como los animales, lo utilizan para su corrupción. (2º Carta de Pedro 3, 10)


“As almas! As almas! Se alguém soubesse o preço que custam”. São Padre Pio de Pietrelcina