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  • Israel amaba a José más que a ningún otro de sus hijos, porque era el hijo de su vejez, y le mandó hacer una túnica de mangas largas. (Génesis 37, 3)

  • "Se han ido de aquí, repuso el hombre, porque les oí decir: ‘Vamos a Dotán’". José fue entonces en busca de sus hermanos, y los encontró en Dotán. (Génesis 37, 17)

  • En lugar de atentar contra su vida, vendámoslo a los ismaelitas, porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne". Y sus hermanos estuvieron de acuerdo. (Génesis 37, 27)

  • Entonces Judá dijo a su nuera Tamar: "Vive como una viuda en la casa de tu padre, hasta que crezca mi hijo Selá", porque temía que este corriera la misma suerte que sus hermanos. Por eso Tamar se fue a vivir a la casa de su padre. (Génesis 38, 11)

  • Mucho tiempo después, murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Una vez concluido el duelo, Judá se dirigió hacia Timná en compañía de su amigo Jirá, el adulamita, porque allí esquilaban sus ovejas. (Génesis 38, 12)

  • Judá replicó: "Que se quede con todo, porque de lo contrario nos pondremos en ridículo. Yo cumplí mandándole el cabrito, y tú no la encontraste". (Génesis 38, 23)

  • Al reconocerlos, Judá declaró: "Ella es más justa que yo, porque yo no le di a mi hijo Selá". Y no volvió a tener relaciones con ella. (Génesis 38, 26)

  • Pero él se negó y respondió a la mujer: "Teniéndome a mí, mi patrón ya no piensa en los asuntos de su casa, porque me ha confiado todo lo que posee. (Génesis 39, 8)

  • El jefe de los carceleros no vigilaba absolutamente nada de lo que había confiado a José, porque el Señor estaba con él y hacía prosperar todo lo que él realizaba. (Génesis 39, 23)

  • Porque yo fui traído por la fuerza del país de los hebreos, y aquí no hice nada para que me pusieran en la cárcel". (Génesis 40, 15)

  • Pero una vez que las comieron, nadie hubiera dicho que las tenían en su vientre, porque seguían tan horribles como antes. En seguida me desperté. (Génesis 41, 21)

  • Pero inmediatamente después, sobrevendrán siete años de hambre, durante los cuales en Egipto no quedará ni el recuerdo de aquella abundancia, porque el hambre asolará al país. (Génesis 41, 30)


“Dirás tu o mais belo dos credos quando houver noite em redor de ti, na hora do sacrifício, na dor, no supremo esforço duma vontade inquebrantável para o bem. Este credo é como um relâmpago que rasga a escuridão de teu espírito e no seu brilho te eleva a Deus”. São Padre Pio de Pietrelcina