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  • La casa de José envió espías a Betel -la ciudad que antiguamente se llamaba Luz- (Jueces 1, 23)

  • Hizo la sala del trono donde administraba justicia -la Sala del juicio- que estaba revestida de cedro desde el suelo hasta los postes del artesonado. (I Reyes 7, 7)

  • Durante los veinte años que tardó Salomón en construir los dos edificios -la Casa del Señor y la casa del rey- (I Reyes 9, 10)

  • Los descendientes de Salmá fueron Belén y los netofatíes, Atrot Bet Joab -la otra mitad de los manajatitas- los soríes, (I Crónicas 2, 54)

  • Ellos servían como cantores ante la Morada -la Carpa del Encuentro- hasta que Salomón edificó el Templo del Señor en Jerusalén, y prestaban servicio conforme a su reglamento. (I Crónicas 6, 17)

  • ‘Si nos sobreviene alguna desgracia -la espada, el castigo, la peste o el hambre- nos presentaremos delante de esta Casa y delante de ti, porque tu Nombre reside en ella; te invocaremos en nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás’. (II Crónicas 20, 9)

  • Entonces aceptarás los sacrificios rituales -las oblaciones y los holocaustos- y se ofrecerán novillos en tu altar. (Salmos 51, 21)

  • Es como el óleo perfumado sobre la cabeza, que desciende por la barba -la barba de Aarón- hasta el borde de sus vestiduras. (Salmos 133, 2)

  • de sus mejores provincias -la región de la India, Media y Lidia- que luego entregaron al rey Eumenes. (I Macabeos 8, 8)

  • Luego tomé la escritura de la compra -la que había sido sellada, con las cláusulas y las estipulaciones, y la que había quedado abierta- (Jeremías 32, 11)

  • "Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Toma estas escrituras -la que está sellada y la que está abierta- y mételas en una vasija de arcilla, para que se conserven por mucho tiempo. (Jeremías 32, 14)

  • Apenas Jeremías terminó de comunicar a todo el pueblo todas las palabras del Señor, su Dios, las que el Señor le había mandado decirles -las palabras antes mencionadas- (Jeremías 43, 1)


Como distinguir uma tentação de um pecado e como estar certo de que não se pecou? – perguntou um penitente. Padre Pio sorriu e respondeu: “Como se distingue um burro de um homem? O burro tem de ser conduzido; o homem conduz a si mesmo!” São Padre Pio de Pietrelcina