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  • Y los bendijo, diciéndoles: "Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra". (Génesis 1, 28)

  • Y continuó diciendo: "Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento. (Génesis 1, 29)

  • Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde". Y así sucedió. (Génesis 1, 30)

  • Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día. (Génesis 1, 31)

  • El séptimo día, Dios concluyó la obra que había hecho, y cesó de hacer la obra que había emprendido. (Génesis 2, 2)

  • Dios bendijo el séptimo día y lo consagró, porque en él cesó de hacer la obra que había creado. (Génesis 2, 3)

  • Este fue el origen del cielo y de la tierra cuando fueron creados. Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo, (Génesis 2, 4)

  • aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo, (Génesis 2, 5)

  • pero un manantial surgía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo. (Génesis 2, 6)

  • Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente. (Génesis 2, 7)

  • El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. (Génesis 2, 8)

  • Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol de la vida en medio del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. (Génesis 2, 9)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina