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  • como desconocidos, cuando nos conocen muy bien; como moribundos, cuando estamos llenos de vida; como castigados, aunque estamos ilesos; (II Corintios 6, 9)

  • Pero Dios, que consuela a los afligidos, nos consoló con la llegada de Tito, (II Corintios 7, 6)

  • y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que ustedes le prodigaron. Él nos habló del profundo afecto, del dolor y de la preocupación que ustedes sienten por mí, con lo cual me alegré más todavía. (II Corintios 7, 7)

  • Por eso, hemos rogado a Tito que lleve a feliz término entre ustedes esta obra de generosidad, de la misma manera que la había comenzado. (II Corintios 8, 6)

  • En cuanto a Tito, él es mi compañero y mi colaborador entre ustedes, y los demás hermanos son los delegados de las Iglesias y la gloria de Cristo. (II Corintios 8, 23)

  • Como dice la Escritura: El justo ha prodigado sus bienes: dio a los pobres y su justicia permanece eternamente. (II Corintios 9, 9)

  • Les ruego que cuando esté entre ustedes no me vea obligado a ejercer esa severidad que pienso emplear resueltamente contra aquellos que suponen que nuestra conducta se inspira en motivos carnales. (II Corintios 10, 2)

  • Si me he convertido en necio, es porque ustedes me han obligado. Les correspondía a ustedes valorarme debidamente, ya que en nada soy inferior a esos «apóstoles por excelencia», aunque en realidad no soy nada. (II Corintios 12, 11)

  • Porque temo que a mi llegada no los encuentre como deseo, y que ustedes, a su vez, no me encuentren como quisieran. Quizá haya contiendas, envidias, animosidades, rivalidades, detracciones, murmuraciones, engreimientos, desórdenes. (II Corintios 12, 20)

  • De ahí el tono de esta carta que les escribo durante mi ausencia, para que cuando llegue no me vea obligado a ser severo, usando del poder que el Señor me ha dado para edificar y no para destruir. (II Corintios 13, 10)

  • Pero ni siquiera Tito, que estaba conmigo y era de origen pagano, fue obligado a circuncidarse, (Gálatas 2, 3)

  • Cristo nos liberó de esta maldición de la Ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, porque también está escrito: Maldito el que está colgado en el patíbulo. (Gálatas 3, 13)


“Deus não opera prodígios onde não há fé.” São Padre Pio de Pietrelcina