Encontrados 216 resultados para: Mandó

  • Entonces Isbaal mandó que se la sacaran a su marido Paltiel, hijo de Lais. (II Samuel 3, 15)

  • Y no quiso trasladar el Arca del Señor a su casa, a la Ciudad de David, sino que mandó que la llevaran a la casa de Obededóm de Gat. (II Samuel 6, 10)

  • Y el rey David mandó a buscarlo a la casa de Maquir, hijo de Amiel, en Lo Dabar. (II Samuel 9, 5)

  • Apenas lo pusieron al tanto de lo sucedido, David ordenó que fueran a recibir a aquellos hombres, porque estaban muy avergonzados. Y el rey les mandó decir: "Quédense en Jericó hasta que les crezca la barba, y después vengan". (II Samuel 10, 5)

  • David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le dijeron: "¡Pero si es Betsabé, hija de Eliám, la mujer de Urías, el hitita!". (II Samuel 11, 3)

  • Entonces David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer vino, y David se acostó con ella, que acababa de purificarse de su menstruación. Después ella volvió a su casa. (II Samuel 11, 4)

  • Entonces David mandó decir a Joab: "Envíame a Urías, el hitita". Joab se lo envió, (II Samuel 11, 6)

  • A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio de Urías. (II Samuel 11, 14)

  • Cuando dejó de estar de luto, David mandó a buscarla y la recibió en su casa. Ella se convirtió en su esposa y le dio un hijo. Pero lo que había hecho David desagradó al Señor. (II Samuel 11, 27)

  • y por medio del profeta Natán, mandó ponerle el sobrenombre de Iedidiá -que significa "Amado del Señor"- conforme a la palabra del Señor. (II Samuel 12, 25)

  • David mandó a decir a Tamar: "Ve a la casa de tu hermano Amnón y prepárale la comida". (II Samuel 13, 7)

  • El rey continuó diciendo: "¿No está la mano de Joab detrás de todo esto?". La mujer asintió: "¡Por tu vida, mi señor y rey, tu pregunta ha dado justo en el blanco! Sí, tu servidor Joab es el que me mandó y puso todas estas palabras en boca de tu servidora. (II Samuel 14, 19)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina