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Cuando regresó a Siquelag, se plegaron a él algunos de la tribu de Manasés: Adná, Iozabad, Iediael, Micael, Iozabad, Elihú y Siletai, jefes de mil hombres en Manasés. (I Crónicas 12, 21)
David dijo a Gad: "¡Estoy en un grave aprieto! Prefiero caer en manos del Señor, porque es muy grande su misericordia, antes que caer en manos de los hombres". (I Crónicas 21, 13)
De Judá: Elihú, uno de los hermanos de David. De Isacar: Omrí, hijo de Micael. (I Crónicas 27, 18)
Jorám tenía seis hermanos, hijos de Josafat, que eran: Azarías, Iejiel, Zacarías, Azariahu, Micael y Sefatías. Todos eran hijos de Josafat, rey de Israel. (II Crónicas 21, 2)
Si ellos te acompañan, por más que luches valerosamente, Dios te hará caer ante el enemigo. Porque es Dios el que tiene poder para socorrer y derribar". (II Crónicas 25, 8)
Porque hubiera sido vergonzoso pedir al rey gente armada y jinetes, para que nos protegieran en el camino contra el enemigo. Al contrario, nosotros habíamos dicho al rey: "La mano de nuestro Dios se extiende para bendecir a todos los que lo buscan, y su poder y su ira caen sobre todos los que lo abandonan". (Esdras 8, 22)
Porque la limosna libra de la muerte e impide caer en las tinieblas: (Tobías 4, 10)
Porque había pensado: "No sea que Tobías haya muerto y nos expongamos a caer en el ridículo". (Tobías 8, 10)
Pero ella replicaba: "Déjame, no trates de engañarme. Mi hijo ha muerto". Y todos los días salía a mirar el camino por donde se había ido su hijo, porque no se fiaba de nadie. Al caer la tarde, entraba en su casa y pasaba las noches llorando y lamentándose sin poder dormir. Cuando pasaron los catorce días de fiesta que Ragüel había prometido celebrar en honor de su hija, Tobías fue a decirle: "Déjame partir, porque seguramente mi padre y mi madre piensan que ya no volverán a verme. Te ruego, padre, que me dejes volver a la casa de mi padre. Ya te dije en qué estado lo dejé". (Tobías 10, 7)
Los pasaremos a sangre y fuego; sus montañas quedarán empapadas con su sangre y sus llanuras se llenarán con sus cadáveres. No lograrán resistir ante nosotros, sino que serán completamente aniquilados, dice el rey Nabucodonosor, dueño de toda la tierra. Porque él ha hablado y sus palabras no caerán en el vacío. (Judit 6, 4)
Entonces serás atravesado por la espada de mi ejército y por la lanza de mis guerreros, y caerás entre sus heridos cuando yo vuelva del combate. (Judit 6, 6)
Por eso, señor, no entres en combate con ellos y no caerá ni uno solo de tu pueblo. (Judit 7, 11)