Encontrados 91 resultados para: dirigió
El Señor se dirigió a Job, y le dijo: (Job 40, 1)
Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor, que dirigió al Señor las palabras de este canto, cuando él lo libró de todos sus enemigos y de las manos de Saúl. (Salmos 18, 1)
Inmediatamente, Judas dio vuelta con su ejército y se dirigió por el desierto hacia Bosorá, ocupó la ciudad y después de pasar al filo de la espada a todos los varones, la saqueó por completo y la incendió. (I Macabeos 5, 28)
Antíoco se dirigió a esa ciudad para apoderarse de ella y saquearla, pero no lo consiguió, porque los habitantes de la ciudad, al conocer sus planes, (I Macabeos 6, 3)
Entonces se dirigió a Siria con pretextos pacíficos, y los habitantes de las ciudades le abrían las puertas y salían a su encuentro, porque Alejandro había dado orden de recibirlo, ya que era su suegro. (I Macabeos 11, 2)
El año ciento setenta y dos el rey Demetrio reunió sus tropas y se dirigió a Media, a fin de obtener ayuda para combatir a Trifón. (I Macabeos 14, 1)
Filipo, su compañero de infancia, conducía el cadáver, pero no fiándose del hijo de Antíoco, se dirigió a Egipto, donde reinaba Tolomeo Filométor. (II Macabeos 9, 29)
y, después de invocar a Dios, el justo Juez, se dirigió contra los asesinos de sus hermanos; incendió el puerto durante la noche, prendió fuego a las embarcaciones e hizo perecer a los que se habían refugiado allí. (II Macabeos 12, 6)
Luego el Macabeo distribuyó su ejército en batallones; puso al frente a aquellos dos capitanes y se dirigió contra Timoteo, que había reunido ciento veinte mil soldados y dos mil quinientos jinetes. (II Macabeos 12, 20)
Luego Judas reunió al ejército y se dirigió hacia la ciudad de Odolám. Como estaba ya próximo el séptimo día de la semana, se purificaron con los ritos de costumbre y celebraron el sábado en aquel lugar. (II Macabeos 12, 38)
¿Adónde se ha ido tu amado, tú, la más hermosa de las mujeres? ¿Adónde se dirigió tu amado, para que lo busquemos contigo? (Cantar 6, 1)
dirigió su corazón hacia el Señor, y en tiempos impíos afianzó la piedad. (Eclesiástico 49, 3)