Found 316 Results for: Saúl

  • El escudo de Saúl no estaba ungido con aceite sino con la sangre de los heridos y con la grasa de los guerreros.El arco de Jonatán no retrocedió jamás ni la espada de Saúl se blandía en vano. (2 Samuel 1, 22)

  • Saúl y Jonatán, amables y queridos. Fueron inseparables en vida y en la muerte. Eran más ligeros que águilas, más fuertes que leones. (2 Samuel 1, 23)

  • Hijas de Israel, lloren por Saúl, que las vestía de lino y carmesí, y adornaba con joyas de oro sus vestidos. (2 Samuel 1, 24)

  • Vinieron los hombres de Judá y allí ungieron a David como rey de la gente de Judá.Comunicaron a David que los hombres de la ciudad de Jabés, del país de Galaad, habían sepultado a Saúl. (2 Samuel 2, 4)

  • Entonces David les envió mensajeros para decirles: «Que Yavé los bendiga por haber hecho esta misericordia con Saúl, nuestro señor, dándole sepultura. (2 Samuel 2, 5)

  • Y ahora, sigan valientes y animosos. Aunque Saúl ha muerto, sepan ustedes que los hombres de Judá me han ungido como su rey.» (2 Samuel 2, 7)

  • Abner, hijo de Ner -jefe del ejército de Saúl-, tomó a Isbaal, hijo de Saúl, y le hizo pasar a Majanayim. (2 Samuel 2, 8)

  • Isbaal, hijo de Saúl, tenía cuarenta años cuando fue proclamado rey y reinó dos años. A David le seguía solamente la tribu de Judá. (2 Samuel 2, 10)

  • Salieron, avanzando en igual número, doce jóvenes de Benjamín por Isbaal, hijo de Saúl, y doce de los servidores de David. (2 Samuel 2, 15)

  • Fue larga la guerra entre la gente de Saúl y la de David; pero mientras David se iba fortaleciendo, la familia de Saúl se debilitaba. (2 Samuel 3, 1)

  • Durante la guerra entre la gente de Saúl y la gente de David, Abner llegó a ser el hombre fuerte de los de Saúl. (2 Samuel 3, 6)

  • Saúl había tenido una concubina llamada Risfá, hija de Avyá, y Abner la tomó para sí. Isbaal entonces dijo a Abner: «¿Por qué te has acostado con la concubina de mi padre?» (2 Samuel 3, 7)


“Queira o dulcíssimo Jesus conservar-nos na Sua graça e dar-nos a felicidade de sermos admitidos, quando Ele quiser, no eterno convívio…” São Padre Pio de Pietrelcina