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  • Elcaná le respondió: «Haz lo que mejor te parezca, quédate hasta que ya no le des el pecho; yo suplicaré a Yavé que cumpla su palabra.» Y Ana se quedó en su casa amamantando al hijo mientras fue necesario. (1 Samuel 1, 23)

  • Yavé llamó a Samuel. El respondió: «Aquí estoy», (1 Samuel 3, 4)

  • Yavé entró y se paró, y llamó como las otras veces: «Samuel, Samuel.» Este respondió: «Habla, Yavé, que tu siervo escucha.» (1 Samuel 3, 10)

  • Y el mensajero respondió: «Israel huyó delante de los filisteos. El pueblo ha sufrido una gran derrota, también han muerto tus hijos Jofni y Finjas y el Arca de Dios ha sido capturada.» (1 Samuel 4, 17)

  • Estando por morir, las que le asistían le dijeron: «Animo, que es un niño»; pero ella estaba inconsciente y no respondió. (1 Samuel 4, 20)

  • Pero él respondió: «Todavía no, pues en esta ciudad vive un hombre de Dios. Es muy famoso. Todo lo que dice se cumple con seguridad. Vamos donde él por si nos orienta acerca del objeto de nuestro viaje.» (1 Samuel 9, 6)

  • Samuel respondió a Saúl: «Yo soy el vidente. Sube delante de mí al santuario. Hoy comerás conmigo. Mañana te despediré y te contestaré todas tus preguntas. (1 Samuel 9, 19)

  • Saúl respondió: «Yo soy de la tribu de Benjamín, la más pequeña de Israel. Y mi familia es la más pequeña de Benjamín. ¿Por qué me dices estas cosas?» (1 Samuel 9, 21)

  • Najás respondió: «Estas son mis condiciones: les sacaré a todos el ojo derecho para que así quede humillado todo Israel.» (1 Samuel 11, 2)

  • Saúl respondió: «No se matará a nadie, porque hoy Yavé ha salvado a Israel.» (1 Samuel 11, 13)

  • Pero Samuel le dijo: «¿Qué has hecho?» Y Saúl respondió: «Yo vi que el ejército se dispersaba y que los filisteos se concentraban en Micmas, y tú no llegabas. (1 Samuel 13, 11)

  • Su escudero respondió: «Haz como tú quieras. Por mi parte, haré lo que tú me digas.» (1 Samuel 14, 7)


“Quando te encontrares diante de Deus, na oração considera-te banhado na luz da verdade, fala-lhe se puderes, deixa simplesmente que te veja e não tenhas preocupação alguma”. São Padre Pio de Pietrelcina