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Estaba todavía hablando, cuando llegó Judas, uno de los Doce. Iba acompañado de una chusma armada con espadas y garrotes, enviada por los jefes de los sacerdotes y por las autoridades judías. (Evangelio según San Mateo 26, 47)
Los jefes de los sacerdotes y el Consejo Supremo andaban buscando alguna declaración falsa contra Jesús, para poderlo condenar a muerte. (Evangelio según San Mateo 26, 59)
Al amanecer, todos los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías celebraron una reunión para decidir la manera de hacer morir a Jesús. (Evangelio según San Mateo 27, 1)
Cuando Judas, el traidor, supo que Jesús había sido condenado, se llenó de remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los jefes judíos. (Evangelio según San Mateo 27, 3)
Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas, pero dijeron: «No se puede echar este dinero en el tesoro del Templo, porque es precio de sangre.» (Evangelio según San Mateo 27, 6)
Los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías lo acusaban, pero Jesús no contestó nada. (Evangelio según San Mateo 27, 12)
Mientras tanto, los jefes de los sacerdotes y los jefes de los judíos persuadieron al gentío a que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. (Evangelio según San Mateo 27, 20)
Los jefes de los sacerdotes, los jefes de los judíos y los maestros de la Ley también se burlaban de él. Decían: (Evangelio según San Mateo 27, 41)
Al día siguiente (el día después de la Preparación de la Pascua), los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron a Pilato (Evangelio según San Mateo 27, 62)
Mientras las mujeres iban, unos guardias corrieron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había pasado. (Evangelio según San Mateo 28, 11)
Entró en la Casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes; y les dio también a los que estaban con él.» (Evangelio según San Marcos 2, 26)
Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, que sería condenado a muerte y resucitaría a los tres días. (Evangelio según San Marcos 8, 31)