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  • Iojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las tropas que lo acompañaban, tomaron a todo el resto del pueblo que Ismael, hijo de Natanías, se había llevado cautivo desde Mispá, después de dar muerte a Godolías, hijo de Ajicám: eran hombres de guerra, mujeres, niños y eunucos, a los que él hizo volver de Gabaón. (Jeremías 41, 16)

  • si dicen: ‘No, entraremos en el país de Egipto; allí no veremos guerra, no oiremos el sonido de la trompeta, ni estaremos hambrientos de pan; es allí donde queremos permanecer’, (Jeremías 42, 14)

  • Al fragor de los cascos de sus corceles, al estruendo de sus carros de guerra, al tumulto de sus ruedas, los padres se desentienden de sus hijos, porque sus manos desfallecen. (Jeremías 47, 3)

  • Por eso llegan los días -oráculo del Señor- en que haré oír a Rabá de los amonitas el grito de guerra: ella será una colina desolada, sus ciudades serán incendiadas, e Israel heredará a sus herederos, dice el Señor. (Jeremías 49, 2)

  • Por eso sus jóvenes caerán en sus plazas y todos los hombres de guerra perecerán aquel día -oráculo del Señor de los ejércitos-. (Jeremías 49, 26)

  • ¡Hay ruido de guerra en el país y un desastre total! (Jeremías 50, 22)

  • Por eso caerán sus jóvenes en las plazas y todos sus hombres de guerra perecerán en aquel día -oráculo del Señor-. (Jeremías 50, 30)

  • Tú fuiste para mí un martillo, un arma de guerra. Contigo martillé naciones, contigo destruí reinos, (Jeremías 51, 20)

  • contigo martillé caballos y jinetes, contigo martillé carros de guerra y conductores, (Jeremías 51, 21)

  • ¡Levanten un estandarte en el país, toquen la trompeta entre las naciones! Convoquen a las naciones para la guerra santa, recluten a los reinos contra ella: a Ararat, Miní y Asquenaz. Designen oficiales para el reclutamiento, hagan avanzar los caballos como langostas erizadas. (Jeremías 51, 27)

  • Los vados han sido ocupados, los bastiones, incendiados, los hombres de guerra están despavoridos. (Jeremías 51, 32)

  • se abrió una brecha en la ciudad. Entonces huyeron todos los hombres de guerra, saliendo de la ciudad durante la noche, por el camino de la puerta entre las dos murallas que está cerca del jardín del rey; y mientras los caldeos rodeaban la ciudad, ellos tomaron el camino de la Arabá. (Jeremías 52, 7)


“Seja modesto no olhar.” São Padre Pio de Pietrelcina