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  • Una canasta tenía higos muy buenos, como brevas; la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se los podía comer. (Jeremías 24, 2)

  • El Señor me dijo: "¿Qué ves, Jeremías?". "Higos, respondí; los higos buenos son muy buenos; los higos malos son muy malos, tan malos que no se los puede comer". (Jeremías 24, 3)

  • Pero como a esos higos malos, que de tan malos no se los puede comer -sí, así habla el Señor- de esa misma manera, trataré a Sedecías, rey de Judá, a sus príncipes y al resto de Jerusalén, tanto a los que han quedado en este país como a los que habitan en el país de Egipto. (Jeremías 24, 8)

  • así habla el Señor de los ejércitos: Yo enviaré contra ellos la espada, el hambre y la peste; los haré semejantes a higos en mal estado, que de tan malos no se pueden comer; (Jeremías 29, 17)

  • Él me dijo: Hijo de hombre, estos son los que hacen planes perversos y dan malos consejos en esta ciudad. (Ezequiel 11, 2)

  • No sean como sus padres, a quienes los antiguos profetas interpelaron, diciendo: Así habla el Señor de los ejércitos: Vuelvan de sus malos caminos y de sus malas acciones. Pero ellos no escucharon, ni me prestaron atención -oráculo del Señor-. (Zacarías 1, 4)

  • así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. (Mateo 5, 45)

  • Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre de ustedes que está en el cielo dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! (Mateo 7, 11)

  • Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. (Mateo 7, 17)

  • Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. (Mateo 7, 18)

  • Raza de víboras, ¿cómo pueden ustedes decir cosas buenas, siendo malos? Porque la boca habla de la abundancia del corazón. (Mateo 12, 34)

  • Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, (Mateo 13, 49)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina