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  • Subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el pueblo desde el mayor hasta el menor, y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza que había sido encontrado en la Casa de Yahveh. (II Crónicas 34, 30)

  • estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración de tu siervo, que yo hago ahora en tu presencia día y noche, por los hijos de Israel, tus siervos, confesando los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti; ¡yo mismo y la casa de mi padre hemos pecado! (Nehemías 1, 6)

  • ¡Ea, Señor, estén atentos tus oídos a la oración de tu siervo, a la oración de tus servidores, que desean venerar tu Nombre! Concede ahora, te suplico, gracia a tu siervo y haz que encuentre favor ante ese hombre.» Era yo entonces copero del rey. (Nehemías 1, 11)

  • que incluso has designado profetas para proclamar acerca de ti en Jerusalén: ¡Judá tiene rey! Estos rumores van a ser oídos por el rey; así que ven para que tomemos consejo juntos.» (Nehemías 6, 7)

  • Leyó una parte en la plaza que está delante de la puerta del Agua, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón; y los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la Ley. (Nehemías 8, 3)

  • En aquel tiempo se leyó a oídos del pueblo en el libro de Moisés, y se encontró escrito en él: «El ammonita y el moabita no entrarán jamás en la asamblea de Dios, (Nehemías 13, 1)

  • Grito de espanto resuena en sus oídos, en plena paz el bandido le asalta. (Job 15, 21)

  • No has hecho más que decir a mis propios oídos, - pues he oído el son de tus palabras -: (Job 33, 8)

  • Escuchad, sabios, mis palabras, vosotros los doctos, dadme oídos. (Job 34, 2)

  • A sus oídos pronuncia una advertencia, y manda que se vuelvan de la iniquidad. (Job 36, 10)

  • Tau. El deseo de los humildes escuchas tú, Yahveh, su corazón confortas, alarguas tus oídos, (Salmos 10, 17)

  • Clamé a Yahveh en mi angustia, a mi Dios invoqué; y escuchó mi voz desde su Templo, resonó mi llamada en sus oídos. (Salmos 18, 7)


“O amor nada mais é do que o brilho de Deus nos homens”. São Padre Pio de Pietrelcina