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  • Entonces ordenó el rey a Ebed Mélek el kusita: «Toma tú mismo de aquí treinta hombres, y subes al profeta Jeremías del pozo antes de que muera.» (Jeremías 38, 10)

  • En el año treinta y seis de la deportación de Joaquín, rey de Judá, en el mes doce, el veinticinco del mes, Evil Merodak, rey de Babilonia, hizo gracia en el año en que comenzó a reinar, a Joaquín, rey de Judá, y lo sacó de la cárcel. (Jeremías 52, 31)

  • El año treinta, el día cinco el cuarto mes, encontrándome yo entre los deportados, a orillas del río Kebar, se abrió el cielo y contemplé visiones divinas. (Ezequiel 1, 1)

  • Me llevó al atrio exterior, y he aquí que allí había salas y un enlosado tirado alrededor del atrio: treinta salas daban a este enlosado. (Ezequiel 40, 17)

  • Las celdas laterales estaban superpuestas en tres pisos de treinta celdas cada uno. Se habían dispuesto en el muro de la Casa salientes para estribar las celdas por todo el ámbito: así las celdas no estribaban en el muro de la Casa. (Ezequiel 41, 6)

  • esto es, en los cuatro ángulos del atrio, cuatro pequeños patios de cuarenta codos de longitud y treinta de anchura, los cuatro de las mismas dimensiones. (Ezequiel 46, 22)

  • Todos los ministros del reino, prefectos, sátrapas, consejeros y gobernadores, aconsejan unánimemente que se promulgue un edicto real para poner en vigor la prohibición siguiente: Todo aquel que en el término de treinta días dirija una oración a quienquiera que sea, dios u hombre, fuera de ti, oh rey, será arrojado al foso de los leones. (Daniel 6, 8)

  • Entonces se presentaron al rey y le dijeron acerca de la prohibición real: «¿No has firmado tú una prohibición según la cual todo el que dirigiera, en el término de treinta días, una oración a quienquiera que fuese, dios u hombre, fuera de ti, oh rey, sería arrojado al foso de los leones?» Respondió el rey: «La cosa está decidida, según la ley de los medos y los persas, que es irrevocable.» (Daniel 6, 13)

  • Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días. (Daniel 12, 12)

  • Yo les dije: «Si os parece bien, dadme mi jornal; sino, dejadlo.» Ellos pesaron mi jornal: treinta siclos de plata. (Zacarías 11, 12)

  • Yahveh me dijo: «¡Echalo al tesoro, esa lindeza de precio en que me han apreciado!» Tomé, pues, los treinta siclos de plata y los eché en la Casa de Yahveh, en el tesoro. (Zacarías 11, 13)

  • Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. (Mateo 13, 8)


“É necessário manter o coração aberto para o Céu e aguardar, de lá, o celeste orvalho.” São Padre Pio de Pietrelcina