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  • José salió apresuradamente porque estaba muy emocionado a la vista de su hermano y se le saltaban las lágrimas. Entró en su habitación y se puso a llorar. (Génesis 43, 30)

  • Les sentaron frente a José, cada uno en su puesto, del mayor al menor, y se miraban asombrados unos a otros. (Génesis 43, 33)

  • José ordenó a su mayordomo: "Llena de víveres los sacos de estos hombres hasta arriba y pon el dinero de cada uno en la boca del saco. (Génesis 44, 1)

  • Ellos descargaron aprisa los sacos y cada uno abrió el suyo. (Génesis 44, 11)

  • Él los registró empezando por el mayor y terminando por el menor, y la copa fue encontrada en el saco de Benjamín. (Génesis 44, 12)

  • Ellos se rasgaron sus vestidos, volvieron a cargar sus sacos, cada uno el suyo, y regresaron a la ciudad. (Génesis 44, 13)

  • Y Judá respondió: "¿Qué diremos a mi señor y cómo podremos justificarnos? Ha sido Dios quien ha descubierto la maldad de tus siervos. Aquí nos tienes como esclavos tuyos, tanto nosotros como aquel en cuyo poder fue encontrada la copa". (Génesis 44, 16)

  • Él respondió: "¡Lejos de mí hacer eso! El hombre en cuyo poder ha sido encontrada la copa, ése será mi esclavo; los demás volved en paz a vuestro padre". (Génesis 44, 17)

  • Dio un traje nuevo a cada uno, pero a Benjamín le dio trescientas monedas de plata y cinco trajes nuevos. (Génesis 45, 22)

  • Envió a su padre diez asnos cargados con lo mejor de la tierra de Egipto y diez asnas cargadas de trigo, pan y comida para el camino. (Génesis 45, 23)

  • Éstos son los hijos que Lía dio a Jacob en Padán Arán, con su hija Dina. En total, entre hijos e hijas, treinta y tres personas. (Génesis 46, 15)

  • ¿Por qué habremos de perecer ante tus ojos nosotros y nuestras tierras? Cómpranos a nosotros y a nuestras tierras a cambio de pan. Seremos esclavos del Faraón nosotros y nuestras tierras, pero danos simiente para que podamos vivir y no muramos y para que nuestras tierras no queden desoladas". (Génesis 47, 19)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina