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  • Todo Judá estaba contento por el juramento que acababan de hacer con todo el corazón; con toda su buena voluntad habían buscado al Señor, y él se había dejado encontrar por ellos, y les había concedido la paz en todas sus fronteras. (II Crónicas 15, 15)

  • Entonces Sedecías, hijo de Canaaná, dio una bofetada a Miqueas, y le dijo: "¿Es que el espíritu del Señor me ha dejado a mí para hablarte a ti?". (II Crónicas 18, 23)

  • Y después de todo lo que nos ha sobrevenido a causa de nuestras maldades y grandes culpas -y eso que tú, oh Dios nuestro, nos has imputado menos culpa de la que teníamos y nos has dejado este resto que somos-, (Esdras 9, 13)

  • Por eso fui a Media y allí estuve haciendo compras para él hasta que murió. Yo había dejado en depósito a Gabael, hijo de Gabri, que vivía en Ragués de Media, trescientos kilos de plata. (Tobías 1, 14)

  • La madre lloraba y decía a Tobit: "¿Por qué has dejado marchar a mi hijo? ¿No era él nuestro apoyo y el que nos acompañaba siempre? (Tobías 5, 18)

  • Era muy bella y de aspecto encantador. Su marido, Manasés, le había dejado muchas riquezas, criados y criadas, ganados y campos, y ella los administraba. (Judit 8, 7)

  • Muchas veces los gobernantes se vieron envueltos en delitos irreparables y complicados en sangre inocente por haber confiado a amigos la administración de los negocios y haberse dejado influenciar por ellos, (Ester 16, 5)

  • Yo te ensalzo, Señor, porque me has liberado, porque no has dejado que se rían de mí mis enemigos. (Salmos 30, 2)

  • Yo decía en mi turbación: "Estoy dejado de tus ojos"; mas tú escuchaste la voz de mi plegaria, mi grito suplicante. (Salmos 31, 23)

  • No he dejado de hablar de tu justicia, he proclamado tu lealtad y tu salvación, no he ocultado tu amor y tu fidelidad ante la gran asamblea. (Salmos 40, 11)

  • Apolonio había dejado atrás mil soldados de caballería escondidos. (I Macabeos 10, 79)

  • El ejército extranjero avanzó contra ellos en la llanura, pero habían dejado hombres en la montaña para tenderles una emboscada. Así, mientras el ejército avanzaba de frente, (I Macabeos 11, 68)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina