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  • Pero con el dinero traído al templo del Señor no se hicieron para él copas de plata, cuchillos, aspersorios, trompetas ni instrumento alguno de oro o plata, (II Reyes 12, 14)

  • sino que se entregaba a los encargados de las obras, para que con él reparasen el templo del Señor. (II Reyes 12, 15)

  • El dinero del sacrificio por la culpa y el dinero del sacrificio por el pecado no se traía al templo del Señor, sino que era para los sacerdotes. (II Reyes 12, 17)

  • Pero Joás, rey de Judá, tomó todas las ofrendas que habían hecho al templo sus antepasados Josafat, Jorán y Ocozías, reyes de Judá, y las que él mismo había hecho, y todo el oro que había en el templo del Señor y en el palacio real, y se lo mandó todo a Jazael, rey de Siria, el cual se retiró de Jerusalén. (II Reyes 12, 19)

  • se apoderó de todo el oro y la plata y de todos los utensilios que había en el templo del Señor y en los tesoros del palacio real, tomó rehenes y se volvió a Samaría. (II Reyes 14, 14)

  • Sin embargo, no desaparecieron las colinas, de modo que el pueblo seguía ofreciendo sacrificios y quemando incienso en ellos. Él construyó la puerta superior del templo del Señor. (II Reyes 15, 35)

  • Acaz tomó la plata y el oro que había en el templo del Señor y en los tesoros del palacio real, y lo envió como presente al rey de Asiria. (II Reyes 16, 8)

  • En cuanto al altar de bronce que estaba ante el Señor, entre el altar nuevo y el templo del Señor, lo retiró de allí y lo puso al lado norte del altar nuevo. (II Reyes 16, 14)

  • Y para complacer al rey de Asiria quitó del templo del Señor la tribuna del sábado, que se había construido en el templo, y la entrada externa, reservada al rey. (II Reyes 16, 18)

  • Ezequías entregó toda la plata que se encontraba en el templo del Señor y en los tesoros del palacio real. (II Reyes 18, 15)

  • Cuando el rey Ezequías oyó esto, rasgó sus vestiduras, se cubrió de saco y entró en el templo del Señor. (II Reyes 19, 1)

  • Ezequías tomo las cartas de manos de los mensajeros, las leyó, fue al templo y, desplegándolas en la presencia del Señor, (II Reyes 19, 14)


“Vive-se de fé, não de sonhos.” São Padre Pio de Pietrelcina