Löydetty 124 Tulokset: Vestidos

  • Quien toque su cama deberá lavar sus vestidos y luego bañarse, y permanecerá impuro hasta la tarde. (Levítico 15, 21)

  • Quien toque un asiento sobre el que se ha sentado deberá lavar sus vestidos y luego bañarse, y quedará impuro hasta la tarde. (Levítico 15, 22)

  • Quien los toque quedará impuro; deberá lavar sus vestidos y bañarse, y quedará impuro hasta la tarde. (Levítico 15, 27)

  • El hombre encargado de soltar el macho cabrío para Azazel se bañará y lavará sus vestidos en agua; después volverá al campamento. (Levítico 16, 26)

  • El que los queme deberá lavar sus vestidos y bañarse; entonces volverá al campamento. (Levítico 16, 28)

  • Toda persona nacida en el país, o todo forastero que haya comido carne de animal muerto o destrozado deberá lavar sus vestidos y bañarse en agua, y quedará impuro hasta la tarde; después será puro. (Levítico 17, 15)

  • El sacerdote que ha sido puesto más alto que sus hermanos, sobre cuya cabeza se ha derramado el óleo de unción, y que ha sido consagrado para revestir las vestiduras, en ningún caso tendrá su cabellera suelta ni rasgará sus vestidos. (Levítico 21, 10)

  • "Dirás esto a los israelitas: Háganse flecos en los bordes de sus vestidos, y esto de generación en generación. Pongan en los flecos un hilo de púrpura violeta. (Números 15, 38)

  • Asimismo purificarán todos los vestidos, objetos de cuero, tejidos de pelo de cabra y objetos de madera.» (Números 31, 20)

  • Después de lavar sus vestidos el día séptimo, quedarán puros y podrán volver al campamento.» (Números 31, 24)

  • Durante cuarenta años, Yavé los ha hecho caminar por el desierto, sin que se les hayan gastado los vestidos, ni se haya roto de puro viejo el calzado de sus pies. (Deuteronomio 29, 4)

  • Entonces Josué y todos los jefes de Israel rasgaron sus vestidos, se cubrieron de ceniza la cabeza y permanecieron postrados delante del Arca de Yavé hasta la tarde. (Josué 7, 6)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina