Löydetty 124 Tulokset: Vestidos

  • De igual manera, apenas se conoció en las provincias el edicto real, todo era entre los judíos duelo, ayuno, lágrimas y lamentos. Muchos dormían vestidos de saco y en medio de la ceniza. (Ester 4, 3)

  • Lo miraron de lejos y no lo reconocieron. Entonces se pusieron a llorar a gritos; rasgaron sus vestidos y se echaron polvo sobre la cabeza. (Job 2, 12)

  • Aunque el malo junte plata como polvo, y amontone vestidos como el barro, (Job 27, 16)

  • Tú que sientes quemar tus vestidos cuando la tierra descansa bajo el viento del sur, (Job 37, 17)

  • Mirra y áloe impregnan tus vestidos, el son del arpa alegra tu casa de marfil. (Salmos 45, 9)

  • Ayunaron aquel día, se vistieron de sacos, se esparcieron ceniza sobre la cabeza y rasgaron sus vestidos. (1 Macabeos 3, 47)

  • Trajeron los vestidos de los sacerdotes, las primicias y los diezmos e hicieron venir a los nazireos que habían cumplido los días de su consagración; (1 Macabeos 3, 49)

  • Tomando oro, plata, vestidos finos y otros presentes, fueron ante el rey en Tolemaida y obtuvieron su favor, en presencia de todos sus Amigos. (1 Macabeos 11, 24)

  • Aparecieron también dos jóvenes robustos y muy hermosos, magníficamente vestidos, que, poniéndose a ambos lados de Heliodoro, lo azotaban sin cesar, moliéndolo a golpes. (2 Macabeos 3, 26)

  • Mientras el Sumo Sacerdote ofrecía el sacrificio de expiación, se aparecieron otra vez a Heliodoro los mismos jóvenes, vestidos de la misma manera, y poniéndose ante él le dijeron: «Da gracias al Sumo Sacerdote Onías, pues por él te concede el Señor la gracia de vivir; (2 Macabeos 3, 33)

  • Sucedió que durante cerca de cuarenta días aparecieron en toda la ciudad, corriendo por los aires, jinetes vestidos de oro, tropas armadas y formadas en escuadrones, espadas desenvainadas, (2 Macabeos 5, 2)

  • Los labios de mi novia destilan pura miel; debajo de tu lengua se encuentra leche y miel, y la fragancia de tus vestidos es la de los bosques del Líbano. (Cantar 4, 11)


“De todos os que vierem pedir meu auxílio, nunca perderei nenhum!” São Padre Pio de Pietrelcina