Löydetty 235 Tulokset: sed

  • Sedecías se rebeló contra el rey de Babilonia. El año nueve del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes del año, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó con todo su ejército a atacar a Jerusalén, instaló su campamento frente a la ciudad y la rodeó de trincheras. (Jeremías 52, 4)

  • La ciudad estuvo sitiada hasta el año undécimo del reinado de Sedecías. (Jeremías 52, 5)

  • Pero las tropas caldeas persiguieron al rey y alcanzaron a Sedecías en los llanos de Jericó, donde todos sus soldados, dejándolo solo, huyeron. (Jeremías 52, 8)

  • En Ribla mandó degollar a los hijos de Sedecías ante sus propios ojos, y lo mismo hizo con todos los jefes de Judá. (Jeremías 52, 10)

  • Luego le sacó los ojos a Sedecías y lo amarró con cadenas de bronce. Después el rey de Babilonia se lo llevó a Babilonia, donde lo tuvo prisionero hasta el día de su muerte. (Jeremías 52, 11)

  • Tus profetas anunciaron para ti falsedad y tonterías. No te descubrieron tu culpa para ahorrarte el cautiverio. Tuvieron para ti presagios de falsedad y de ilusión. (Lamentaciones 2, 14)

  • La lengua del niño de pecho se pega de sed al paladar; los niños piden pan, pero no hay quien lo reparta. (Lamentaciones 4, 4)

  • Los que comían manjares deliciosos desfallecen por las calles; los que se criaban entre sedas se quedan en basurales. (Lamentaciones 4, 5)

  • Estas son las palabras del libro de Baruc, hijo de Nerías, descendiente de Maasías, de Sedecías, de Sedeí, de Helcías. (Baruc 1, 1)

  • Antes de partir, el día diez del mes de Siván, había tomado los vasos del Templo del Señor que habían sido robados, para devolverlos a la tierra de Judá. Eran los vasos de plata que había hecho Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, (Baruc 1, 8)

  • Mira que te he atado con cuerdas para que no puedas darte vuelta ni a un lado ni al otro mientras duren los días de tu asedio. (Ezequiel 4, 8)

  • Te vestí con ropajes bordados, con calzado de cuero fino, puse en tu cabeza un velo de lino y de seda, (Ezequiel 16, 10)


“O homem sem Deus é um ser mutilado”. São Padre Pio de Pietrelcina