Löydetty 1028 Tulokset: puertas de la ciudad

  • Después de haber evangelizado aquella ciudad y haber hecho un buen número de discípulos, se volvieron a Listra, Iconio y Antioquía, (Hechos 14, 21)

  • Pues en cada ciudad hay desde antiguo quienes leen y proclaman la ley de Moisés los sábados en la sinagoga". (Hechos 15, 21)

  • y de allí a Filipos, ciudad del primer distrito de Macedonia, colonia romana, en la que permanecimos algunos días. (Hechos 16, 12)

  • El sábado salimos fuera de la ciudad y fuimos por la orilla del río, donde pensábamos que estaba el lugar de oración. Nos sentamos y nos pusimos a hablar con las mujeres que se habían reunido. (Hechos 16, 13)

  • Una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, fiel a Dios, nos estaba escuchando. El Señor abrió su corazón para que aceptase las cosas que Pablo decía. (Hechos 16, 14)

  • Los presentaron a los pretores y dijeron: "Estos hombres alborotan nuestra ciudad. Son judíos, (Hechos 16, 20)

  • De repente se produjo tan gran terremoto que se conmovieron los cimientos de la cárcel; se abrieron todas las puertas de la cárcel y se soltaron las cadenas de todos. (Hechos 16, 26)

  • El carcelero se despertó y, al ver abiertas las puertas de la cárcel, creyendo que los presos se habrían fugado, desenvainó la espada para matarse. (Hechos 16, 27)

  • Fueron y les pidieron excusas; los sacaron y les suplicaron que se fueran de la ciudad. (Hechos 16, 39)

  • Los judíos, llevados por la envidia, echaron mano de unos gamberros, que provocaron tumultos y alborotaron la ciudad. Se presentaron ante la casa de Jasón para llevarlos ante la plebe; (Hechos 17, 5)

  • Mientras Pablo los esperaba en Atenas, se llenaba de indignación al contemplar la ciudad llena de ídolos. (Hechos 17, 16)

  • Al recorrer vuestra ciudad y contemplar vuestros monumentos sagrados, me he encontrado incluso un altar con esta inscripción: "Al Dios desconocido". Pues bien, lo que veneráis sin conocerlo, eso es lo que yo os vengo a anunciar. (Hechos 17, 23)


“O homem sem Deus é um ser mutilado”. São Padre Pio de Pietrelcina