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  • Impusiste a tu pueblo duras pruebas, nos diste a beber vino embriagante. (Salmos 60, 5)

  • Partió en medio las rocas del desierto y les dio de beber agua a torrentes. (Salmos 78, 15)

  • Dio de beber a la garganta seca y los hambrientos los colmó de bienes. (Salmos 107, 9)

  • Le envió vajilla de oro y un servicio de mesa, autorizándolo a beber en copas de oro, a vestirse de rojo púrpura y llevar el broche de oro. (1 Macabeos 11, 58)

  • pasa igual que para quien toma vino: no vale nada beber vino puro o sólo agua, sino que todo el placer y el contento del que bebe depende del arte con que se mezcló el vino con agua. Esta será mi última palabra. (2 Macabeos 15, 39)

  • "¡Vengan a comer mi pan y a beber mi vino que he preparado!" (Proverbios 9, 5)

  • Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Así amontonarás brasas sobre su cabeza y Yavé te lo recompensará. (Proverbios 25, 21)

  • Lo único que el hombre puede esperar es comer, beber y pasarlo bien. Pero he visto que también en eso está la mano de Dios. (Eclesiastés (Qohelet) 2, 24)

  • Pues ¿quién puede comer o beber si no es gracias a él? Dios da a quien quiere la sabiduría, la ciencia y la alegría; el pecador tendrá la carga de amontonar y de enriquecerse para que todo pase a manos del que agrada a Dios. También allí habrá decepción: se habrá corrido tras el viento. (Eclesiastés (Qohelet) 2, 25)

  • Si uno puede comer y beber, si encuentra la felicidad en su trabajo, eso es un don de Dios. (Eclesiastés (Qohelet) 3, 13)

  • Esto es lo que veo: todo lo que uno puede esperar es comer y beber, y gozar el bienestar mientras trabaja bajo el sol durante los contados días de su vida, tales como Dios se los concedió: esa es su parte. (Eclesiastés (Qohelet) 5, 17)

  • ¡Viva la alegría!, pues la única felicidad para el hombre bajo el sol es comer y beber y regocijarse: esto le toca por su trabajo a lo largo de los contados días que Dios le concedió vivir bajo el sol. (Eclesiastés (Qohelet) 8, 15)


“É necessário manter o coração aberto para o Céu e aguardar, de lá, o celeste orvalho.” São Padre Pio de Pietrelcina