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  • Y Sión decía: «Yavé me ha abandonado y el Señor se ha olvidado de mí.» (Isaías 49, 14)

  • Y yo me decía: Después de todo lo hecho, volverá a mí; pero no volvió. (Jeremías 3, 7)

  • Yo me decía: «Sólo la gente ordinaria es irresponsable, porque no conocen el camino de Yavé ni el derecho de su Dios. (Jeremías 5, 4)

  • ¡Pobre de mí! ¡Qué herida! Mi llaga es incurable. Y yo que decía: «Es un sufrimiento que se puede aguantar. (Jeremías 10, 19)

  • La llevaron Elasa, hijo de Safán, y Gamarías, hijo de Elcías, a quienes Sedecías, rey de Judá, había enviado a Babilonia, para que se presentaran al rey Nabucodonosor. La carta decía así: (Jeremías 29, 3)

  • Egipto era el que subía como el Nilo, como torrente de revueltas aguas. El decía: «Subiré e inundaré la tierra, destruiré las ciudades con sus habitantes (Jeremías 46, 8)

  • Les gritaban: ¡Apártense, un impuro! ¡Apártense, no lo toquen! Y cuando huían y vagaban, se decía entre las naciones: ¡Aquí no seguirán como huéspedes! (Lamentaciones 4, 15)

  • Y así llegaron a las naciones. Pero allí también fue profanado mi nombre. En efecto se decía: "Este es el pueblo de Yavé que tuvo que salir de su país". (Ezequiel 36, 20)

  • En cuanto a lo que ha visto el rey, un ángel, un santo que bajaba del cielo y decía: «Corten el árbol, destruyéndolo, pero el tronco y las raíces déjenlos en tierra, con ataduras de hierro y bronce, entre la hierba del campo, que lo moje el rocío del cielo y participe de la suerte de los animales del campo hasta que hayan pasado por él siete tiempos, mira que voy a explicártelo (Daniel 4, 20)

  • el rey decía: «¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué como mi residencia real, con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad? (Daniel 4, 27)

  • El segundo era una bestia semejante a un oso; iba levantada de un lado y tenía tres costillas entre los dientes. Se le decía: «Anda y devora mucha carne.» (Daniel 7, 5)

  • Era diferente de las bestias anteriores y tenía diez cuernos. Yo estaba observando los cuernos, cuando en esto despuntó entre ellos otro cuerno pequeño, y tres de los primeros fueron arrancados para dar cabida al nuevo. Este tenía como ojos humanos y una boca que decía palabras insolentes (Daniel 7, 8)


“Para consolar uma alma na sua dor, mostre-lhe todo o bem que ela ainda pode fazer.” São Padre Pio de Pietrelcina