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  • Porque las cinco hijas de Selofjad poseyeron su herencia en medio de los hijos de esta tribu. Y la tierra de Galaad cupo en suerte a los otros hijos de Manasés. (Josué 17, 6)

  • Dicha frontera descendía por el torrente de Cana al sur del torrente; eran éstas las ciudades de Efraím, en medio de las de Manasés, de suerte que la frontera pasaba al norte del torrente e iba a terminar en el mar. (Josué 17, 9)

  • Los hijos de Benjamín, distribuidos por familias, fueron los primeros favorecidos por la suerte, con una parte del terreno situado entre los hijos de Judá y los hijos de José. (Josué 18, 11)

  • La segunda suerte tocó a los hijos de Simeón, según sus familias, y su herencia vino a caer en medio de los hijos de Judá, a saber: (Josué 19, 1)

  • La tercera suerte tocó a los hijos de Zabulón por sus familias: los límites de su posesión se extienden por el occidente hasta Sarid. (Josué 19, 10)

  • La cuarta suerte salió a Isacar para sus familias. (Josué 19, 17)

  • La quinta suerte salió a la tribu de los hijos de Aser, según sus familias; (Josué 19, 24)

  • A la tribu de Dan salió la séptima suerte para sus familias. (Josué 19, 40)

  • Luego que Josué, hijo de Nun, terminó de repartir la tierra por suerte a cada una de las tribus, los hijos de Israel le dieron su porción en medio de ellos. (Josué 19, 49)

  • Estas son las posesiones que Eleazar, el sacerdote, Josué, hijo de Nun, y los jefes de las familias de las tribus de los hijos de Israel distribuyeron por suerte en Silo, delante de Yavé, a la entrada de la Tienda de las Declaraciones divinas. Así terminaron la distribución del país. (Josué 19, 51)

  • De la familia de Quehat, los hijos del sacerdote Aarón recibieron, por suerte, trece ciudades de las tribus de Judá, Simeón y Benjamín. (Josué 21, 4)

  • Así, pues, los hijos de Israel dieron a los levitas estas ciudades con sus alrededores, como lo mandó Yavé por medio de Moisés, distribuyéndolas a cada uno por suerte. (Josué 21, 8)


“Combata vigorosamente, se está interessado em obter o prêmio destinado às almas fortes.” São Padre Pio de Pietrelcina