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  • fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12, 2)

  • Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe y por ella llegue a inficionarse la comunidad. (Hebreos 12, 15)

  • os disponga con toda clase de bienes para cumplir su voluntad, realizando él en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por mediación de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Hebreos 13, 21)

  • Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. (Santiago 1, 22)

  • Porque si alguno se contenta con oír la Palabra sin ponerla por obra, ése se parece al que contempla su imagen en un espejo: (Santiago 1, 23)

  • Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su lengua, sino que engaña a su propio corazón, su religión es vana. (Santiago 1, 26)

  • Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio; (Santiago 2, 2)

  • Hablad y obrad tal como corresponde a los que han de ser juzgados por la Ley de la libertad. (Santiago 2, 12)

  • pues todos caemos muchas veces. Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo. (Santiago 3, 2)

  • Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo. (Santiago 3, 3)

  • Pedro, apóstol de Jesucristo, a los que viven como extranjeros en la Dispersión: en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos (I Pedro 1, 1)

  • Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la Revelación de Jesucristo. (I Pedro 1, 13)


“Quando a videira se separa da estaca que a sustenta, cai, e ao ficar na terra apodrece com todos os cachos que possui. Alerta, portanto, o demônio não dorme!” São Padre Pio de Pietrelcina