Talált 325 Eredmények: Saúl

  • Cuando el escudero vio que Saúl había muerto, se echó también sobre su espada y murió con él. (I Crónicas 10, 5)

  • Y así murieron juntos Saúl, sus tres hijos y toda su casa. (I Crónicas 10, 6)

  • Cuando los israelitas del valle vieron que habían huido y que Saúl con sus tres hijos habían muerto, abandonaron también ellos sus ciudades y se dieron a la fuga. Los filisteos vinieron y se establecieron en ellas. (I Crónicas 10, 7)

  • Al día siguiente los filisteos fueron a despojar a los caídos y encontraron a Saúl y sus hijos caídos en el monte Gelboé. (I Crónicas 10, 8)

  • Depositaron las armas de Saúl en la casa de su dios y colgaron la cabeza en el templo de Dagón. (I Crónicas 10, 10)

  • Cuando los habitantes de Yabés Galaad supieron lo que los filisteos habían hecho con Saúl, (I Crónicas 10, 11)

  • todos los valientes se pusieron en marcha, tomaron los cuerpos de Saúl y sus hijos, los llevaron a Yabés, los sepultaron bajo la encina de Yabés y ayunaron durante siete días. (I Crónicas 10, 12)

  • Saúl murió por haber sido infiel al Señor: no había observado sus palabras y, además, había preguntado y consultado a una nigromántica. (I Crónicas 10, 13)

  • Ya antes, cuando todavía reinaba Saúl, eras tú el que mandabas el ejército de Israel. El Señor te había dicho: Tú apacentarás a mi pueblo, Israel, y tú serás el jefe de mi pueblo, Israel". (I Crónicas 11, 2)

  • Éstos son los que se unieron a David en Sicelag, cuando todavía estaba alejado de Saúl, hijo de Quis, los cuales formaban parte de los héroes que le prestaron su ayuda durante la guerra; (I Crónicas 12, 1)

  • arqueros hábiles en lanzar piedras y flechas lo mismo con la derecha que con la izquierda. Entre los hermanos de Saúl, de la tribu de Benjamín: (I Crónicas 12, 2)

  • También de la tribu de Manasés se unieron algunos a David cuando iba con los filisteos a luchar contra Saúl; pero no llegó a luchar contra él, pues los príncipes de los filisteos decidieron despedirle diciendo: "Se pasaría a Saúl, con peligro de nuestras cabezas". (I Crónicas 12, 20)


“Deus nunca me recusou um pedido”. São Padre Pio de Pietrelcina