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  • Cada bastidor medirá cinco metros de largo por setenta y cinco centímetros de ancho, (Exodo 26, 16)

  • Cada bastidor medía cinco metros de largo por setenta y cinco centímetros de ancho, (Exodo 36, 21)

  • Besalel hizo el arca de madera de acacia, de ciento veinticinco centímetros de largo por setenta y cinco de ancho y setenta y cinco de alto. (Exodo 37, 1)

  • Después le hizo una tapa de oro puro, de ciento veinticinco centímetros de largo por setenta y cinco de ancho. (Exodo 37, 6)

  • También hizo la mesa de madera de acacia, de un metro de largo por cincuenta centímetros de ancho y setenta y cinco de alto. (Exodo 37, 10)

  • El total del oro empleado en la ejecución de las obras del Santuario -el oro procedente de las ofrendas- ascendió a veintinueve talentos y setecientos treinta siclos, en siclos del Santuario. (Exodo 38, 24)

  • La plata recogida entre los miembros de la comunidad que habían sido censados, ascendió a cien talentos y mil setecientos setenta y cinco siclos, en siclos del Santuario, (Exodo 38, 25)

  • y con los mil setecientos setenta y cinco siclos hicieron ganchos para las columnas, revistieron los capiteles y los unieron por medio de varillas. (Exodo 38, 28)

  • El bronce procedente de las ofrendas ascendió a setenta talentos y dos mil cuatrocientos siclos. (Exodo 38, 29)

  • Y como precio del rescate por los doscientos setenta y tres primogénitos israelitas que exceden el número de los levitas, (Números 3, 46)

  • Su ofrenda consistió en una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y en un tazón de plata, de setenta siclos -en siclos del Santuario- ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación; (Números 7, 13)

  • Él presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos -en siclos del Santuario- ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación; (Números 7, 19)


“Deve-se caminhar em nuvens cada vez que se termina uma confissão!” São Padre Pio de Pietrelcina