Fondare 157 Risultati per: lamentaciones de Jeremías
Los jefes dijeron a Baruc: "Ve y ocúltate, tú lo mismo que Jeremías; que nadie sepa dónde están". (Jeremías 36, 19)
Luego el rey ordenó a Ierajmel, hijo del rey, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, que apresaran a Baruc, el escriba, y a Jeremías, el profeta. Pero el Señor los mantuvo ocultos. (Jeremías 36, 26)
La palabra del Señor llegó a Jeremías, después que el rey quemó el rollo con las palabras que había escrito Baruc bajo el dictado de Jeremías, en estos términos: (Jeremías 36, 27)
Entonces Jeremías tomó otro rollo y se lo entregó a Baruc, hijo de Nerías, el escriba. Este escribió en él, bajo el dictado de Jeremías, todas las palabras del rollo que Joaquím, rey de Judá, había quemado en el fuego. Y además, fueron añadidas muchas otras palabras como aquellas. (Jeremías 36, 32)
Pero ni él, ni sus servidores, ni el pueblo del país escucharon las palabras que había dicho el Señor por medio del profeta Jeremías. (Jeremías 37, 2)
El rey Sedecías envió a Iucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sefanías, hijo de Maasías, para que dijeran al profeta Jeremías: "Ruega por nosotros al Señor, nuestro Dios". (Jeremías 37, 3)
Mientras tanto, Jeremías se desplazaba libremente en medio del pueblo, y aún no lo habían puesto en la cárcel. (Jeremías 37, 4)
La palabra del Señor llegó al profeta Jeremías, en estos términos: (Jeremías 37, 6)
Jeremías quiso salir de Jerusalén para ir al país de Benjamín, a fin de ocuparse allí de una repartición de bienes en medio de los suyos. (Jeremías 37, 12)
Y mientras estaba en la puerta de Benjamín, donde se encontraba un capitán de guardias llamado Jirías, hijo de Selemías, hijo de Ananías, este detuvo al profeta Jeremías, diciendo: "¡Vas a pasarte a los caldeos!". (Jeremías 37, 13)
Jeremías respondió: "¡Es falso! Yo no me paso del lado de los caldeos". Pero Jirías no lo escuchó; detuvo a Jeremías y lo llevó ante los jefes. (Jeremías 37, 14)
Estos se irritaron contra Jeremías, lo golpearon y lo encarcelaron en la casa de Jonatán, el secretario, que habían convertido en prisión. (Jeremías 37, 15)