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  • Moisés dijo al Señor: "Bien, tú me dices: Conduce a este pueblo, pero no me has dado a conocer a quién mandarás conmigo. Y, no obstante, me has dicho: Yo te conozco por tu nombre, tú has hallado gracia a mis ojos. (Exodo 33, 12)

  • Él dijo: "Yo haré pasar delante de ti toda mi grandeza y proclamaré ante ti el nombre de El Señor, pues yo hago gracia a quien quiero y tengo misericordia con quien quiero". (Exodo 33, 19)

  • El que podía ofrecer tributo de plata o bronce, lo trajo como tributo al Señor; y quien tenía madera de acacia, útil para cualquier trabajo, la trajo también. (Exodo 35, 24)

  • Luego quemará todas las grasas sobre el altar, como había hecho con las grasas del sacrificio de reconciliación. El sacerdote hará el rito de absolución por el jefe, a quien se le perdonará el pecado. (Levítico 4, 26)

  • Si es un hombre del pueblo el que peca por inadvertencia y quien se hace culpable obrando contra alguna de las prohibiciones del Señor, (Levítico 4, 27)

  • Si se muere uno de los animales que os sirven de alimento, quien toque el cadáver quedará impuro hasta la tarde; (Levítico 11, 39)

  • quien coma la carne, lavará sus vestidos y quedará impuro hasta la tarde. (Levítico 11, 40)

  • Todo aquel a quien toque el paciente, sin haberse lavado previamente las manos, lavará sus vestidos, se bañará y será inmundo hasta la tarde. (Levítico 15, 11)

  • porque la sangre es la vida de todo ser viviente. Por eso he dicho yo a los israelitas: No comeréis la sangre de ningún animal, porque la sangre es la vida de todo ser viviente; quien comiere de ella será extirpado. (Levítico 17, 14)

  • Le tendrás por santo, pues él es quien ofrece el alimento a tu Dios; tenle por santo, porque santo soy yo, que os santifico. (Levítico 21, 8)

  • "En cuanto al sumo sacerdote, el mayor entre sus hermanos, sobre cuya cabeza fue derramado el óleo de la unción, a quien le fue conferido el poder de llevar las vestiduras sagradas, no irá despeinado ni harapiento, (Levítico 21, 10)

  • El que hiera a otro mortalmente, sea quien sea, morirá irremisiblemente. (Levítico 24, 17)


“De todos os que vierem pedir meu auxílio, nunca perderei nenhum!” São Padre Pio de Pietrelcina