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Tras mi despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios. (Job 19, 26)
En el momento de llenar su vientre, suelta Dios contra él el ardor de su cólera y lanza sobre su carne una lluvia de saetas. (Job 20, 23)
Que yo mismo me horrorizo al recordarlo, y mi carne es presa de un escalofrío. (Job 21, 6)
¿No decían las gentes de mi tienda: «¿Hay alguien que no se haya hartado con su carne?» (Job 31, 31)
cuando su carne desaparece de la vista, y sus huesos, que no se veían, aparecen; (Job 33, 21)
su carne se renueva de vigor juvenil, vuelve a los días de su adolescencia. (Job 33, 25)
a una expiraría toda carne, el hombre al polvo volvería. (Job 34, 15)
Son compactas las papadas de su carne: están pegadas a ella, inseparables. (Job 41, 15)
Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan, y hasta mi carne en seguro descansa; (Salmos 16, 9)
Cuando se acercan contra mí los malhechores a devorar mi carne, son ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropiezan y sucumben. (Salmos 27, 2)
Yahveh mi fuerza, escudo mío, en él confió mi corazón y he recibido ayuda: mi carne de nuevo ha florecido, le doy gracias de todo corazón. (Salmos 28, 7)
nada intacto en mi carne por tu enojo, nada sano en mis huesos debido a mi pecado. (Salmos 38, 4)