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ya que, viéndose obligado a habitar en medio de ellos, este justo sentía torturada su alma inocente día tras día a causa de las obras perversas que veía y oía...). (II Pedro 2, 8)
Éstos son fuentes sin agua, nubes azotadas por el viento, a quienes les aguardan densas tinieblas. (II Pedro 2, 17)
Se cumple en ellos la verdad de aquel dicho: El perro vuelve a comer lo que había vomitado y la cerda lavada vuelve a revolcarse en el cieno. (II Pedro 2, 22)
preguntarán: ¿En qué ha venido a quedar la promesa de que Cristo volvería? Nuestros padres han muerto y nada ha cambiado, todo sigue igual desde que el mundo es mundo. (II Pedro 3, 4)
Intencionadamente quieren desconocer cómo desde el principio existían los cielos y la tierra; que, por la palabra de Dios, la tierra surgió del agua y se consolidó en medio del agua. (II Pedro 3, 5)
de hecho, así se expresa en todas las cartas cuando trata de este tema. Es cierto que en éstas se encuentran algunos puntos difíciles, que los ignorantes e inestables tergiversan para su propia perdición, lo mismo que hacen con el resto de la Sagrada Escritura. (II Pedro 3, 16)
Todo lo que pidamos, él nos lo concederá porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. (I Juan 3, 22)
Porque se pusieron en viaje por amor a Cristo, sin recibir nada de los paganos. (III Juan 1, 7)
Por eso, si llego a ir, no dejaré de recordarle su conducta, pues anda diciendo desvergonzadamente cosas falsas contra mí. No contento con esto, no recibe a los hermanos y reprende y echa de la comunidad a los que quieren recibirlos. (III Juan 1, 10)
Porque se han infiltrado entre vosotros algunos hombres, destinados desde antiguo a caer en la condenación, gente malvada que han convertido en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a nuestro único dueño y Señor, Jesucristo. (Judas 1, 4)
y ha reservado en eterna prisión, en el fondo de las tinieblas, para el día del juicio final, a los ángeles que no guardaron su condición privilegiada y perdieron su propia mansión; (Judas 1, 6)
Estos son una vergüenza para vuestras comidas fraternas, comen y beben desvergonzadamente, cebándose a sí mismos. Nubes sin agua arrastradas por el viento; arboles infructuosos en el otoño, dos veces muertos, arrancados de cuajo; (Judas 1, 12)